lunes, 7 de julio de 2008

MUSICA CARISMATICA

1ª CANTOS CARISMÁTICOS
Con el nacimiento de los grupos de oración surge una música nueva. La Iglesia estaba necesitando esta música:
· Alegre.
· Sencilla.
· Viva y testimonial.
Muchas veces, se conocían antes las canciones que al propio movimiento de la R.C. Aprendimos Alabaré y Yo tengo un gozo en el alma sin saber de donde venían.
Eran cantos que nos arrastraban. El canto iba delante de la vida.
El canto nos invitaba a :
· Salir de una religiosidad individual hacia una comunitaria.
· Pasar del estancamiento al caminar juntos; de la tristeza a la alegría; de la no-alabanza a la alabanza.
Es la época de Te vengo a decir, Una mirada de fe, Yo soy testigo, Oh, Señor, quiero que ardas en mi ser, Si yo confío en el Señor ...
Queríamos levantar las manos pero no sabíamos muy bien por qué. Los cantos tenían fuerza en sí mismos y trasmitían lo que decían.
Había poca experiencia y poca técnica. El ministerio de música se ejercía de forma espontánea. Cualquier hermano en el grupo podía sugerir un canto; entonarlo, incluso.
Imperaba la frescura, la novedad del Espíritu ... y el riesgo del "todo vale".
Los peligros de esta etapa son :
· El desorden.
· La falta de discernimiento.
Se empieza a vislumbrar una nueva manera de cantar para el Señor y, al mismo tiempo, la necesidad de ordenar, discernir y descubrir esta nueva visión de la música para que dé gloria a Dios.

Distinguimos:
1. Música ungida por el Espíritu Santo
2. Música que suena incluso bien. pero no toca los corazones.
La visión va dirigida a crear ministerios de música en los grupos. Los servidores nombran un responsable. Este responsable va haciendo equipo. Hay problemas de obediencia a los responsables de música porque había habido un tiempo de caminar por libre. Los ministerios de música tienen que reunirse, rezar juntos, aprender a trabajar en equipo, corregirse fraternalmente...

2ª MÚSICA UNGIDA
La música es algo capaz de tocar las fibras más sensibles de nuestro ser. Puede gustarnos, emocionarnos, enternecernos...
Pero sólo la música ungida puede -además de todo lo anterior- CONVERTIRNOS: hacer que, en una determinada circunstancia o momento de nuestra vida, nuestro corazón se vuelva hacia Dios y seamos capaces de tomar una determinación, o que en nuestro interior se realice un cambio.
Sería un error pensar que si en una asamblea de oración los hermanos no se convierten es porque la música no es ungida. Hay una parte que está en nosotros, que somos un pueblo de dura cerviz y corazón rebelde. Pero los M. de M. tienen que tener claro cuál es el objetivo: su música está llamada a ser un puente entre el pueblo y Dios, un canal .Y es imprescindible que ese acceso -el corazón de los músicos- esté limpio y preparado para llevar al pueblo a Dios, para poner al pueblo mirando hacia Dios.
Así empezamos a descubrir un paralelismo entre la música que surge de los hermanos y su vida espiritual. La música ungida supone vida en el Espíritu, vida en el Señorío de Cristo, vida espiritual profunda, compromiso con el grupo, deseo de servicio...
Este ministerio no se puede ejercer para gloria de Dios sobre una vida dispersa, poco comprometida en el grupo. Si no hay un caminar en el Señor no se puede pretender que, al llegar a un retiro, se junten 10 o 12 hermanos para formar el ministerio de música y haya una música ungida. Se presenta un camino mucho más largo y difícil que aquel que veíamos al iniciar este ministerio -coger la guitarra y aprender unos cantos para animar la oración-. De este modo, poco a poco, los M. de M. empiezan a ser fuertes. En muchos casos, tienen más fuerza que los que dirigen la oración y hasta -a veces- puede parecer que es la música quien dirige la oración. Surgen entonces otros problemas en torno a la música que tienen que ver con un carisma que es muy vistoso y deseado.
Esta etapa tiene también su pecado: la apropiación del don (El don es mío, lo uso como quiero y como yo lo entiendo; los servidores no tienen ni idea de música; yo no me tengo que someter a nadie; si acaso, a otro músico que yo considere "superior"). Esta actitud de falta de humildad y de sometimiento a los responsables rompe el Cuerpo de Cristo.
Por ello, en este caminar es necesaria una interpelación mutua. Los músicos deben preguntar a los responsables: ¿cómo ha ido hoy la música? ¿qué os ha parecido? ¿cómo habéis percibido a la asamblea?. Los responsables deben escuchar a los músicos y acoger sus luces y sombras en el ejercicio del ministerio, de modo que las relaciones entre responsables y M.de M. se vayan haciendo más profundas.

3ª EL CÁNTICO ESPIRITUAL

Cuando un M de M. lleva años trabajando en serio; descubriendo, cultivando y dejando crecer el don de Dios; formando un verdadero equipo que permanece unido en los buenos momentos y en los malos, que persevera en el amor fraterno y en la cruz que suponemos siempre los unos para los otros, sin tirar la toalla ... ; entonces, Dios -que es fiel- regala a este M. de M. más dones, carismas nuevos; pequeñas y grandes manifestaciones carismáticas que condensamos en este nombre : Cántico espiritual.
Es el canto que surge en el corazón de los santos. Es la melodía interior que corresponde a los músicos hacer salir y llevar al pueblo de Dios. Es hacer realidad las palabras de S. Agustín:
"Sed vosotros mismos el canto que vais a cantar. La alabanza a Dios reside en el mismo cantor" ( L.H. II, pag 607).
Este cántico prescinde de muchas cosas humanas. Va apareciendo, cada vez, más puro y limpio. Este cántico no se improvisa. Surge de un proceso espiritual (Hay que morir para "vivir" ; "Caminaré siempre contigo"). Surge de la unidad del corazón del músico con el corazón de Cristo, a través de un caminar interior que termina en el cielo. Surge cuando en la vida del músico hay un abandono a la voluntad del Padre y "ya no vivo yo; es Cristo quien vive en mí" .
El peligro está en :
· La soberbia, la vanidad, la arrogancia en el ejercicio del carisma.
· El alejamiento del pueblo. Falta de delicadeza y sencillez. Vivir la música para complacencia propia, olvidándose del pueblo.
En esta etapa aparece una mayor facilidad para cantar en lenguas, para salmodiar, para cantar en el Espíritu con la libertad de los hijos de Dios y para descubrir el ejercicio de los carismas con una nueva vitalidad. El Espíritu Santo se nos muestra con creatividad y novedad en la alabanza, la adoración, la intercesión ...
Aquí en la Tierra se nos permitirá vivir "algo" de este cántico, anticipo de toda una eternidad en la que, "como ruido de muchedumbre inmensa, como murmullo de muchas aguas, como fragor de fuertes truenos" (Ap 19, 6), el canto nuevo ya no cesará jamás.
Javier Rodríguez y Montse

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